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16/6/17

¿Quién manda en la educación?

By Rosa Cañadell

La educación no tiene que estar al servicio de la economía, de las empresas o del mundo financiero, la educación tiene que ofrecer herramientas, conocimientos y valores para que todos y cada uno de nuestros alumnos y alumnas .

Estamos en tiempos confusos y, en el ámbito educativo, esta confusión puede terminar por exterminar los principios básicos de lo que debía ser la educación pública: un derecho universal, independientemente del lugar de nacimiento, de su estatus económico y cultural, de su sexo, de su religión, de su orientación sexual o de su identidad nacional.

Una educación garantizada por las administraciones en condiciones de igualdad para todo el alumnado. A favor del desarrollo integral de todos los chicos y chicas. Una educación que impartía conocimientos y saberes, impulsaba valores democráticos y de participación y que dotaba a todo el alumnado de los conceptos fundamentales para entender el mundo y poder criticarlo y mejorarlo. Para ello existían normas básicas, que emanaban de las leyes, y unos ejecutores singulares que eran los profesionales de la educación. Los docentes y el resto de la comunidad educativa participaban en la construcción del conocimiento y adaptaban sus metodologías al alumnado. Los centros públicos eran gestionados democráticamente y el profesorado, como funcionario, tenía libertad de cátedra para impartir su docencia al margen, y a veces en contra, de los gobiernos de turno.

Todo ello está, en estos momentos, en cuestión.

Cada vez más se confunden centros públicos, gestionados públicamente, laicos, gratuitos y democráticos, con los privados que funcionan con los criterios de la patronal, que reciben dinero público y que, en la mayoría de los casos, incumplen la ley: cobran cuotas, seleccionan al alumnado y favorecen la segregación. Hay un interés, cada vez mayor, en presentar a las dos redes como una: “centros sostenidos con dinero público”.
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