28/6/16

Sobre pactos y lenguas

Jaume Martínez Bonafé.
Universitat de València. Foro de Sevilla.

(...) Los complejos campos sociales en los que me he movido -por volver a Bourdieu- son los que, seguramente, hicieron que escolarizara a mi hija en una escuela pública de línea en valenciano, es decir, cuya lengua vehicular fuera el valenciano, denominación con la que aquí nos referimos a la lengua catalana. Cuestioné en su momento -1983- la Llei d’Us i Ensenyament del Valencià porque me parecía insuficiente, pero celebro ahora un marco legal que ha permitido algo muy elemental: que la lengua normal en la familia y en la calle pueda ser la lengua normal en la escuela. Y aunque los informes vienen señalando el largo camino que todavía queda por recorrer, el avance en la normalización lingüística es importante. En el área territorial y lingüística catalana otros territorios con otro marco jurídico tienen todavía un avance mayor. En el caso de Catalunya, todos los informes que he leído vienen a confirmar que el proceso de normalización e inmersión goza de buena salud, aunque en todos se reconoce también que todo podría ir mejor si la política cultural española fuera otra. Y los sucesivos estudios que se publican en el País Valencià confirman que el alumnado que ha estudiado en programas de inmersión acaba conociendo y usando correctamente las dos lenguas oficiales en todos los registros: escuchar, hablar, leer y escribir. En cambio, otros programas lingüísticos no han podido garantizar el conocimiento de la lengua minorizada.

Por eso, déjenme que entre en cuestión, es irritante el modo en que algunos políticos y otros expertos tratan la cuestión de la lengua y la complejidad cultural, desde atalayas o mesetas particulares con miradas simplificadoras sobre cuestiones tan complejas. No recordaré el punto de partida -aunque quizá la desmemoria esté en el origen del problema-, pero para quien fue niño de familia catalanoparlante en las escuelas del nacional-catolicismo y maestro militante de la renovación pedagógica en los años setenta en el País Valencià, es una provocación la simplificación con que se analiza hoy el enorme esfuerzo del movimiento de enseñantes por recuperar y normalizar el uso de la lengua, y una enorme miopía no darse cuenta del papel que está jugando la escuela en ese proceso de normalización, especialmente en el caso valenciano donde ni la política de los gobiernos ni los medios de comunicación han estado a la altura del enorme esfuerzo cultural y profesional de la mayor parte del profesorado. Un esfuerzo ilusionado al que se han sumado muchos ayuntamientos, asociaciones y movimientos sociales, sindicatos y partidos políticos. (...)