by Carmen Rodríguez Martínez
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El proceso de modernización, a partir de la democracia, en nuestro país supuso un salto sin precedentes de las universidades públicas en los años noventa, que alcanzaron un millón y medio de estudiantes posibilitando una gran transformación social y democratizando el saber para toda la población. Las generaciones jóvenes superaron en formación y aspiraciones a sus progenitores, una etapa que supuso un progreso para nuestro país que nadie puede esconder con discursos catastróficos.
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A pesar de ello la Universidad pública, sede del pensamiento libre e independiente que debería de ser, sufre envites por la mercantilización y privatización del conocimiento tratando de acabar con su sentido de bien público. En unas pocas décadas pasa de producir conocimiento y profesionales para el mercado a ser ella misma un mercado y ser dirigida como una organización de negocios. Desde entonces confundimos los objetivos del mercado con las preocupaciones de la sociedad civil y el propio Estado impone con poder coercitivo los imperativos de mercado.
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Lo que ha ocurrido en la Universidad Rey Juan Carlos ha sido que, lejos de ejercer su autonomía universitaria, que significa independencia, un grupo de personas se han plegado al interés particular del poder político (suponemos que por transferencia de intereses) utilizado por el parido del gobierno para influir ideológicamente a su favor, llegando al extremo de conseguir la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, un título de master falso, según todo lo conocido, sin importarle en su defensa desacreditar a la institución pública.(…).